Comencemos el debate.
Lectura obligatoria previa. Si no se lee esto no se puede debatir con el suficiente criterio.
Mito y religio.
Comencemos por definir mito:
Un mito es un relato que delimita un conjunto de valores permitiendo su reapropiación y reinterpretación personal. Los mitos trazan por tanto fronteras ideológicas permitiendo una mayor diversidad que los programas, las tesis o los dogmas; y por consiguiente mayor resiliencia en una comunidad, ya que los mitos abren un continuo interpretativo que facilita la evolución sin rupturas ni escisiones.
1.-
Mitos impuestos vs mitos comunitarios: No es lo mismo un mito en una comunidad de libre adhesión -como lo son casi todas las reales- que un mito que te viene impuesto (por ej la ideología nacionalista del estado en el que naces). La comunidad de libre adhesión puede aceptarte o rechazarte y es perfectamente legítimo igual que lo es el que tú quieras o no formar parte de ella (pensar lo contrario es como pensar que toda chica que te gusta habría de tener la obligación de ser tu novia). El estado en cambio no debería forzarte a una adhesión ideológica sino aplicar unicamente el muy contractual principio de ciudadanía.
2.-
La función del mito: El racionalismo ilustrado opone el mito a la claridad teórica, sin embargo un pensamiento más claro en una comunidad humana quiere decir más homogeneidad y por tanto menos resiliencia. Parecería que para los ilustrados existe una dicotomía entre “vale todo, todos para dentro” (la comunidad abierta universal) o la dogmática del partido marxista donde todo lo que no es obligatorio está prohibido. Hay muchos puntos medios, esa franja de puntos medios es lo que el mito delimita. El mito representa una cierta modestia frente a la superstición subyacente en la Ilustración, de una única verdad social perfecta alcanzable mediante la razón. Dejemos espacio al diferente dentro de los valores, que puede que los diferentes seamos nosotros mañana. En una comunidad de libre adhesión, los mitos sirven precisamente para delimitar de manera no dogmática ni reglamentista, sino amplia y con un espacio de diversidad, un conjunto de valores. La alternativa al mito es más rigidez, más norma, más detalle sobre qué significan los valores en cada caso; no menos.
3.-
El mito y la fraternidad: Fraternidad no sólo es “gusto por estar juntos“, también es identidad. Identidad es reconocimiento mutuo en valores. Hay dos formas de poner negro sobre blanco los valores para que tengan sentido: o con un relato abierto (un mito alegórico) o con un relato cerrado (un programa, una revelación o una colección de dogmas). Obviamente es preferible el primero, especialmente si se realiza como un proceso consciente y colectivo
4.-
La importancia de los mitos en los procesos de crecimiento e integración: Los mitos son formas flexibles de representar valores. Cuando se rechazan los mitos de una comunidad en realidad se están rechazando sus valores, muchas veces de forma realmente intuitiva, inconsciente, por parte del que los rechaza… En esos casos el choque se da en el plano de los mitos precisamente porque el rechazo de fondo no ha sido “racionalizado” todavía. Ahí el mito está cumpliendo su papel de frontera también, evitando sinsabores futuros.
5.-
No hay comunidad sin mitos: Para un antropólogo sería una obviedad y si buscamos no encontraremos una comunidad real o imaginada que no exija que sus mitos sean aceptados a los aspirantes a ser reconocidos como parte de ella: sea cualquier comunidad o escuela científica, cualquier comunidad animada por una ideología política (de los verdes a los conservadores) o simplemente el staff de la Harvard Business School… todas tienen sus mitos y todas los usan como frontera. ¿Por qué? Al ser el mito lo único que permite “un continuo“, una autoreinterpretación y reinvención constante, negarlo es simplemente negar toda comunidad no fanática (con un conocimiento que no se pretenda invariante) más allá de la coalición temporal de intereses o la flashmob. Los más racionalistas también tienen que crear mitos, símbolos y hasta ceremoniales… la diferencia es que al negarlos los hacen mal y renunciando a ser dueños conscientes de ellos.
6.-
¿Son totalitarios los mitos?. Otra crítica a los mitos viene de su presunto carácter impuesto, cuasi totalitario. A ello se opone, una vez más, la norma (única y pretendidamente racional). En realidad un mito, como cualquier juego de valores, es aceptable o no para cada uno. Igualmente, como definitorio de una comunidad puede ser cambiado por ella y de hecho son reinterpretados continuamente y continuamente aquí quiere decir “en un continuo”, pues los mitos cumplen esa interesante función además: facilitan la continuidad en la evolución, cosa que los puntos programáticos o los dogmas no, no pueden cambiarse sin trauma porque no permiten la diversidad que lo interpretativo tiene.Por otro lado no existe una correspondencia unívoca entre mitos y valores. Los mitos no sólo explicitan valores, también los interpretan de una forma particular para cada comunidad. Tomemos por ej un “valor” como es el del “ascenso social ligado al mérito”. Está obviamente el mito randiano de John Galt como referencia incuestionable. Ahí lo malo es que te permite unas cosas un tanto terribles frente a los “menos listos”, implica una determinada relación con “subordinados” etc. Dentro de este mito hay muchas variedades obviamente (desde las interpretaciones más duras a las más compasivas).
7.-
Los mitos pueden construirse consciente y colectivamente: El proceso de aparición y formación de mitos (mitopoiesis) depende de la formar de organización de la comunidad. En la comunidad imaginada (la nación, la clase, la raza) el mito nos vendrá impuesto, machacado desde los media, la educación, el partido, el estado o el paraestado de turno.En una comunidad real, la mitopoiesis es resultado de la deliberación en plurarquía. No es algo emocional o irracional en el sentido opuesto a consciente e inteligente que le dan los ilustrados.Sus efectos han llevado a ampliar visión y valores.
Partiendo de esa base, la mitología sería el conjunto coherente de mitos que relata el campo de valores sobre los que se construye una comunidad.
Con esto entonces pasamos a definir el concepto romano de
religio:
Religio en la Roma clásica, implicaba una obligación jurídica ligada a la pertenencia a la comunidad consistente en honrar simbólicamente aquellos valores que constituían la base de la convivencia y por tanto el vínculo político básico. Abandonar el culto público a esos valores significaba abandonar un pilar de la cohesión social y era considerado negligencia, una palabra, que como religio, derivaba de religare (relacionar, reunir, vincular, asociar).
Evolución de la religio romana
La religio romana evoluciono primero desde un culto original animista basado en genius, Manes y numenes hacia una religión campesina con dioses especializados.
Al consolidarse una sociedad urbana algunos dioses como Vesta evolucionan para expresar conceptos fundamentales de la convivencia política (como el dentro/fuera) y finalmente aparecen las deificaciones alegóricas como Fides, Virtus, Liberalitas, etc.
Todos estos dioses carecen de mitología en el sentido griego, no tienen un conjunto de relatos y cuentos que articulen una biografía sagrada. Los dioses romanos siempre oscilarán entre la inmanencia del numen y la estilización alegórica de las virtudes deificadas.
El politeismo republicano había llamado dioses a las alegorías de los valores sociales que sostenían los fundamentos del estado (en parte también para reducir convenientemente a alegorías las superstitios más peligrosas), convirtiendo el ceremonial público (la religio) en cohesionador social.
En este punto es necesario quizás definir el concepto de susperstitio.
Cicerón, en De natura deorum, distingue la religio de la superstitio, distinguiendo la primera, un culto piadoso a los dioses, de la segunda, un temor hacia los dioses vacío de sentido.
Es decir, si la primera era el cumplimiento convencido de una serie de ceremonias (culto) que reafirmaban los valores (dioses) fundamentales para la convivencia comunitaria (por eso era piadoso, de pietas), el segundo era el temor, la creencia en el sentido que los monoteistas dan a la palabra fe y donde por lo general, la idea de castigo, en vida o tras la muerte, es también literal.
Después de este paréntesis debemos decir que sin embargo, al crecer el contacto con otras culturas y surgir la necesidad de integrar creencias y cultos en un sistema común y diverso, la religio romana tuvo la sabiduría de establecer equivalencias y paralelismos, adoptando y fusionando relatos de los diferentes dioses que absorbía en una literatura que se entendía como alegórica y que permitía incluso la invención abierta si era útil al posicionamiento político o la convivencia (como Virgilio y su Eneida).
El objetivo de la religio
Es conveniente también divinizar las virtudes humanas como la Inteligencia, la Pietas, la Virtus y la Fides. En Roma todas estas virtudes tienen templos consagrados oficialmente, de modo que aquellos que las poseen (y ciertamente las poseen los hombres de buena fe) creen que de esta manera los dioses se instalan en sus espíritus.
Cicerón, sobre las leyes
Para entender plenamente esta cita de Ciceron hay que retomar, claro, esas mismas virtudes en su contexto original. La Piedad en términos romanos, la pietas, es un sentimiento de respeto y deber hacia aquellos conjuntos que se comparten y aman: la familia, la patria, etc.
La fé, de la que habla es la virtud de la fides, es decir el “compromiso con la palabra dada”, porque un “fiel” no era todavía alguien sumiso sino alguien en quien se podía confiar porque cumplía sus compromisos.
Las divinidades, los dioses de la madurez republicana y el principio del Imperio, son en realidad arquetipos alegóricos. Y si divinizar al genius de Augusto era reconocer en su obra el arquetipo del buen gobierno, la instalación de la que habla Cicerón no es otra cosa que
inspiración individual mediante ceremonias sociales de valores positivos a la convivencia y la supervivencia de la comunidad. La Pax Deorum es en realidad el camino ceremonial (sacra publica) para apuntalar la paz social.